3 - El despertar de la conciencia política del pueblo - Por: Héctor Gonzalo Córdoba Espitia

23.07.2013 17:23

La conciencia política del pueblo existe y se pone de manifiesto cuando la gran mayoría de los ciudadanos de una nación interviene en la creación y organización del orden social en el que se desenvuelven sus relaciones de convivencia.   

En esa circunstancia, la mayoría ciudadana tiene un modo de pensar caracterizado por atribuir al acuerdo de las voluntades individuales de los ciudadanos que la componen el poder de crear el orden social y el poder de desarrollarlo, perfeccionarlo, sostenerlo y defenderlo. Asimismo, la mentalidad mayoritaria ciudadana atribuye a ese orden las mejores calidades de bondad, conveniencia, justicia, eficacia y viabilidad, porque es escogido libremente por ella.   

Pero, en la mayoría de las naciones, entre ellas la nación colombiana, el pueblo no tiene conciencia política. La falta de esa conciencia lo incapacita para ejercer la soberanía y el gobierno; por esa causa, en la gran mayoría de las naciones no existe la democracia, sino de modo formal o de apariencia, que en definitiva la desnaturaliza y la desaparece.

En el origen de ese fenómeno social, tan extendido en la superficie del planeta terrestre y en el tiempo de la historia de los pueblos, están las condiciones de existencia de los seres humanos que no hacen parte de la clase dirigente o dominante.

La gente de las clases menos favorecidas de la fortuna, y aún la de la clase media, vive en la pobreza que somete a los individuos a trabajos extenuantes que los alejan de la posibilidad de obtener conocimientos; la mayoría de las veces viven en la pobreza extrema, con el padecimiento del hambre y de enfermedades muy graves. En esa suerte, los afanes de la lucha por sobrevivir no les dan tiempo para pensar ni darse cuenta de cómo es la organización social en la que viven. En modos de vida como esos no hay oportunidades para la reflexión o el pensamiento, solamente para el sentimiento de lo que se sufre; no puede emerger espontáneamente la conciencia política individual, mucho menos la conciencia política colectiva.

En Colombia, los ciudadanos que integran los mencionados estratos sociales desconocen los derechos políticos que la Constitución tiene establecidos y desconocen la posibilidad de utilizarlos como herramienta de construcción de un sistema jurídico y político en el que puedan tener acceso a la equidad, al goce real de los derechos fundamentales, a la igualdad de oportunidades, a la protección de su libertad y a una vida digna.

La escasa relación que ellos tienen con la política consiste en recibir, en las épocas de elecciones, el dinero o las dádivas, que les dan los electoreros, por los votos que les compran para elegir ediles, alcaldes municipales o distritales, concejales municipales o distritales, gobernadores departamentales, diputados de asamblea departamental, presidente de la República, y miembros de Cámara de Representantes y de Senado.

En esa práctica de la compraventa de los votos se origina la falsedad de la democracia; el ruin y clandestino negocio electoral se hace aparecer como la libre expresión de la voluntad política de los ciudadanos, fundamento de la soberanía popular, que hace de esta nación una perfecta democracia.

La realidad es otra muy distinta, porque los votantes que así proceden no ejercen el derecho político de elegir, ni merecen el título de ciudadanos, solo realizan la venta del derecho a elegir, enajenando su facultad de elegir a favor de unos compradores, que son los candidatos a quienes benefician con los votos. Por ese motivo, después de las elecciones los políticos se consideran dueños de los votos; y es cierto, los compran y les cuestan mucho dinero, lo cual explica por qué son tan costosas las campañas políticas y por qué solamente pueden inscribirse como candidatos quienes tienen muy grande apoyo financiero.

La torcida, engañosa y metalizada relación con la política que tienen los habitantes de las clases menos favorecidas de la fortuna origina la costumbre clientelista de vivir esperando que se cumplan las promesas de los políticos; esa costumbre les crea la mentalidad dependiente del paternalismo de los gobiernos y de la clase política, los convierte en menesterosos, a la espera de recibir ayudas para suplir las necesidades vitales, y los sumerge en el convencimiento de que, sin más alternativa, su futuro siempre estará en las manos de los políticos, a quienes se encomiendan, en la creencia de que ellos les van a proteger y van a sacarlos del estado deficitario en el que viven, y en la creencia de que no podrán salir de ese estado por medio del trabajo, y si no es por la ayuda de sus bienhechores no lo conseguirán.

Así es como se conforma la estructura piramidal del poder político de la oligarquía plutocrática. El dinero que se invierte desde la cúpula de la pirámide social va distribuyéndose en la forma de apoyo financiero para las campañas políticas y llega a las manos de la amplia base electoral por conducto de los agentes electoreros. Comprados los votos y realizadas las elecciones, empieza la recuperación de la inversión, con creces, por medio de los contratos de la administración y el manejo de los presupuestos de las entidades territoriales y las descentralizadas; finalmente, de las manos de los administradores y funcionarios públicos vuelve, con creces, a las manos de los financistas.

La actitud de la clientela de los políticos tiene profundo arraigo en los hechos sociales de la pobreza, la miseria, la ignorancia y en la falta de información oportuna y veraz. Todas estas circunstancias contribuyen a impedir que los ciudadanos salgan del profundo sueño que les desconecta de la realidad social y que no les deja alcanzar la conciencia política necesaria para obrar con pleno uso de sus facultades mentales y volitivas, vale decir, con conocimiento de lo que conviene a todos y de lo que quieren hacer para obtenerlo.                    

Es necesario despertar la conciencia política del pueblo. Ese despertar puede obtenerse facilitando a los ciudadanos el entendimiento de los motivos que existen para desear el cambio de la organización de la nación colombiana y de los motivos que existen para participar activamente en la realización de ese cambio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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