23 - La abstención electoral, hecho político de trascendencia - Por: Héctor Gonzalo Córdoba Espitia

02.07.2014 12:47

                ¿Por qué la abstención electoral llega al 60% de los ciudadanos en capacidad de sufragar? ¿Por qué se eligen los 163 miembros de la Cámara de Representantes con el minoritario número de votos equivalente al 33.89% del potencial de sufragantes? ¿Por qué se eligen los 100 Senadores con el minoritario número de votos equivalente al 33.79% del potencial de sufragantes? ¿Por qué se elige presidente de la República con el minoritario número de votos equivalente al 23.70% del potencial de sufragantes? Estas preguntas han saltado ante las mentes de todos los colombianos desde el momento en que se conocieron los resultados de los procesos electorales y han quedado suspendidas en alto, en el lugar más visible del ámbito de quienes tienen algo o mucho de curiosidad por saber qué está ocurriendo en el desarrollo de la vida social y política de esta nación.

            Una de las respuestas puede ser que la gente considera inútil votar porque cualesquiera que sean los ganadores, de uno u otro partido, el resultado de la votación de ninguna manera servirá para modificar las difíciles condiciones en que los votantes y sus familias viven. Todo seguirá igual, nada cambiará. Ya se  perdió la ingenua confianza y se dejó de seguir creyendo en que los candidatos, cuando fueran elegidos, harían algo que corrigiera las inhumanas y desastrosas condiciones de vida de la gran mayoría de los habitantes de los estratos sociales más deprimidos, o que remediara las limitaciones y enormes desigualdades que impiden a los habitantes de la clase pobre alcanzar las mínimas condiciones de bienestar, o que impiden a los habitantes de la clase media conseguir metas de progreso. Quienes no pertenecen a la clientela de los partidos tradicionales, y de los nuevos partidos, saben muy bien que los políticos solamente se ocupan de crear las condiciones que favorecen a los más ricos para que tengan más ganancias, aunque sea a costa del sufrimiento, de las privaciones y de las dificultades de los pobres.

            Ese tipo de respuesta puede ser el más abundante, dada la circunstancia de que tiene origen en las percepciones de la realidad y en la experiencia que los ciudadanos viven. Por esta razón, la abstención electoral que bordea el 60% del potencial de sufragantes tiene la característica de ser una posición política de la ciudadanía que origina el hecho político mediante el cual se niega el reconocimiento de la legitimidad democrática a quienes van a fungir como representantes del pueblo y como senadores en el Congreso de la República y al ciudadano que va a fungir como presidente de la República.  

            Aunque el ordenamiento jurídico no ha previsto que la abstención electoral de tan grandes proporciones tenga consecuencias jurídicas invalidantes de las elecciones, no puede perderse de vista la importancia aleccionadora de este hecho político. 

            Los abstencionistas no pueden dejarlo inadvertido; deben darse cuenta que ahí está esa inmensa mayoría de ciudadanos esperando que la ayuden a organizarse como gran movimiento político con poder electoral más que suficiente para cambiar la Constitución Política con el fin de establecer la democracia, forma de gobierno en la que el Pueblo es el que gobierna.  

            La gran mayoría de ciudadanos abstencionistas tiene la virtud de no vender sus votos ni de ser sumisa clientela política con expectativas mendicantes a las puertas de los partidos políticos o de las oficinas públicas de los políticos; además están curados de la tendencia a caer en las trampas de los ilusionistas que se les presentan en actitud mesiánica de caudillos y de salvadores, ni en las que les dicen: “vote por mí, que yo les resuelvo todos los problemas, yo soy el único que sabe cómo hacerlo”.

            Esa gran mayoría de abstencionistas es la mayoría del pueblo colombiano que quiere cambiar la Constitución Política; pero no lo va a hacer improvisadamente porque no quiere exponerse a las sorpresas que le puede tener preparadas la clase política; lo va a hacer reflexivamente, elaborando ella misma el proyecto de nueva Constitución y escogiendo cuidadosamente a los candidatos a quienes encargue la misión de representarla en la Asamblea Constituyente, y de conseguir que ese proyecto sea aprobado.           

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