2-6- La solidaridad - Por: Héctor Gonzalo Córdoba Espitia

10.12.2012 22:07

1.- La actitud solidaria de los seres humanos se manifiesta en las acciones de apoyo que recíprocamente se dan unos a otros para obtener sus objetivos y realizar sus propósitos. El origen de esta actitud se encuentra en el sentimiento del mismo nombre, también conocido como fraternidad, el cual deja ver en los otros a seres con necesidades y motivos de interés iguales a los propios, de manera que mueve a colaborarles y ayudarles para que puedan satisfacerlos u obtenerlos, en lugar de estorbar e impedir que los alcancen, sin que por el hecho de ayudar, ninguno se sienta obligado a renunciar o limitar inequitativamente el alcance de sus personales objetivos y propósitos. 

2.- La equidad es la premisa necesaria de la solidaridad; no se puede sentir ni practicar la solidaridad sin estar sintiendo y practicando la equidad. Así como la equidad podrá ser un factor esencial de la cohesión social, la solidaridad podrá ser la óptima condición de cohesión social y el paso más avanzado en el progreso colectivo y en el mejoramiento de la convivencia de los seres humanos.

Los impulsos del sentimiento de solidaridad establecerán entre la nación y los habitantes que la conforman la relación de correspondencia recíproca en la cual aquella creará las condiciones que hagan posible y faciliten a todos producir, distribuir y obtener los recursos que todos necesitan para subsistir, acomodarse, reproducirse y obtener conocimientos, y de parte de ellos crear las condiciones que harán mas decidida y eficiente la participación con su trabajo material e intelectual en la producción, distribución y obtención suficiente de los recursos arriba mencionados.   

3.- Pero no puede afirmarse que la solidaridad o fraternidad haya existido de modo generalizado en todos los grupos humanos y en todas las naciones durante el curso de la Historia. Es evidente que no ha podido desarrollarse y prevalecer, creando nuevas y mejores condiciones de convivencia, porque las deficientes formas de organización social lo han impedido; la evolución de los hechos sociales ha llevado a las naciones a suprimirla o a impedir que prospere al interior de ellas.

No obstante, y por no haber imposibilidad para la existencia de este sentimiento ya que puede surgir del hecho natural de la interdependencia y de la costumbre y puede transmitirse por medio de la educación para la convivencia, llegando a formar parte de la cultura de los pueblos, es perfectamente posible que la evolución de las naciones establezca plenamente la solidaridad en las relaciones de sus habitantes, dentro del tipo de sociedad democrática.  

4.- La fuente generadora de la solidaridad debería ser el hecho social de la interdependencia, según el cual todos los individuos humanos dependen de todos. Este hecho está suficientemente comprobado en los estudios de las ciencias sociales, aunque en la apariencia no se note y aunque los seguidores acérrimos del individualismo pretendan hacer creer que cada uno de los seres humanos es un universo independiente, enfrentado a los otros en una permanente competencia, en la cual sólo es posible que existan dos categorías de individuos: los triunfadores y los vencidos.

La interdependencia es consecuencia de la necesidad impuesta por la Naturaleza a las comunidades, condicionante de la subsistencia y de la posibilidad de sobrevivir, que las obliga a comportarse como organismos en los cuales cada uno de los individuos integrantes debe asumir funciones y modos de obrar conducentes a la obtención del gran objetivo social de existir y perfeccionarse.

En los pequeños grupos de hombres primitivos tenía que ser sustancialmente necesario el trabajo en conjunto, el cual exigía la unión de fuerzas y habilidades para afrontar los riesgos y peligros existentes en el medio ambiente, originados en los rigores del clima, en las poderosas e incontrolables fuerzas de la Naturaleza, en la escasez de alimentos o en la defensa contra los ataques de otras especies. En ese modo de trabajar debió manifestarse la interdependencia, como también estuvo manifiesta tiempo después en agrupaciones de mayor población en las que se desenvolvió la división del trabajo por medio de la especialización en el ejercicio de las labores y en las que se abrió camino a la posibilidad del intercambio de bienes.

La existencia de la interdependencia no necesariamente fue, ni ha sido, causa originaria de la solidaridad; en contra de este sentimiento se ha interpuesto la violencia que destruye la paz y la equidad, que elimina la igualdad y la libertad y que en lugar de la solidaridad, promotora de la cooperación para el intercambio de bienes, impone la explotación en el trabajo.

Pero la interdependencia humana no desaparece porque es un hecho natural imposible de modificar. Cuando la aplicación de la fuerza inhibe la solidaridad, y en su lugar instaura la explotación, lo que cambia es el modo de realizarse la interdependencia, quedando ésta bajo las circunstancias de la dominación y la desigualdad.

5.- Así como no puede desaparecer la interdependencia tampoco puede desaparecer el sentimiento de solidaridad; éste resurge en la medida en que los grupos humanos y las naciones tienen la oportunidad de avanzar hacia la conquista de las condiciones para la convivencia pacífica. En efecto, la convivencia exige un mínimo del sentimiento de solidaridad, el suficiente para suprimir la carga de egoísmo que impide a unos ponerse de acuerdo con los otros en el ejercicio de la libertad, de modo que voluntariamente se acepte fijar como límite de la libertad de cada uno el punto en el que no se perjudique la libertad o el derecho del otro.

El sentimiento de solidaridad se desarrolla en la conciencia de los individuos humanos que pueden vencer el sentimiento de egoísmo. Ese dañoso sentimiento no les permite ver más allá de lo que les conviene y no les motiva para nada más de lo que satisface sus intereses, deseos y ambiciones, sin tener en consideración las normales necesidades y los justos intereses de los otros, de tal manera que rigen su comportamiento por el afán exclusivo de obtener el provecho personal, sin importarles las consecuencias de su conducta, que pudieran ser perjudiciales para los demás. Con esa clase de individuos no pueden sostenerse las naciones, sin caer en las circunstancias que las llevan a la disolución, ni pueden formarse las sociedades, que son el estadio más avanzado de las naciones.

La existencia de la nación y el ascenso a la condición de sociedad exigen que una gran mayoría de los individuos que la integran estén motivados en sus actitudes y actividades por el sentimiento de solidaridad. Quienes no participan de este sentimiento padecen de una tendencia antisocial causante del deterioro de la convivencia, de la cohesión, de la estabilidad y del equilibrio social. Esa tendencia es generadora de graves males, en ella está la fuente del desorden, de la delincuencia, de la violencia, de la esclavitud y del abuso del más fuerte.

6.- La milenaria y tradicional manera de organizar las sociedades con fundamento en la fuerza y la violencia física o moral que aseguran el predominio de la voluntad de unos pocos poderosos sobre grandes poblaciones subyugadas, carentes de libertad y de derechos, ha sido siempre, desde los comienzos de la formación de los grupos humanos, el obstáculo insalvable para que fructifique la solidaridad o fraternidad entre los individuos y, contrariamente, ha sido la fuente de donde han brotado, implacables y tormentosos, todos los sentimientos antisociales, bajos y dañinos que han perjudicado la vida de los hombres y la han llenado de desgracia e infelicidad; de allí han salido las ambiciones, la codicia, la envidia, la soberbia, la crueldad, la ferocidad, la deslealtad, el engaño, la mentira, las traiciones, la inmisericordia, el odio y muchos otros similares que han llenado el mundo de enemistad, pugnacidad, agresividad, belicosidad, rencillas, rencores, desconfianza, temores, intrigas, ardides, homicidios, masacres, hecatombes y guerras, con su secuelas de destrucción, esclavitud, desplazamiento forzado, despojo, miseria, terror, inseguridad y armamentismo.

Ha sido tan extendido, prolongado y continuo este modo de vivir, que muchos lo han considerado como directa consecuencia de la naturaleza humana, atribuyéndole el carácter de perversa e incorregible, y no son pocos los que lo han imputado de modo generalizado al poder político y a la política, acusándolos de ser los grandes corruptores y las perniciosas fuentes de la inmoralidad y de las desgracias de los pueblos; pero no se han percatado de que el origen de esa depravación se encuentra en el modo como se organizan las naciones y en el modo como se ejerce el poder político, como antes se dijo, con fundamento en la fuerza y la violencia, que aseguran el predominio de la voluntad de unos pocos poderosos sobre grandes mayorías subyugadas.

7.- El camino hacia la solidaridad, partiendo en las actuales circunstancias desde el panorama dominado por la desigualdad, la explotación, la injusticia, el egoísmo, el individualismo y la violencia, se tiene que emprender por la vía de la educación de las naciones y de los grupos de seres humanos para crear las condiciones en las cuales tengan conciencia del derecho, de la ciudadanía, de la soberanía popular y de la democracia. 

La posibilidad de que las naciones llegaran a estadios de su evolución en los que predominara la fraternidad se abrió camino desde la proclamación de los derechos del hombre y del ciudadano, ocurrida en las últimas décadas del Siglo XVIII, y también desde el momento en que algunas comenzaran a redactar constituciones políticas con la finalidad de proteger las libertades individuales. Por tanto, en la medida en que los pueblos adquieran conciencia de que los hombres son libres e iguales en el ejercicio de su libertad y que deben esforzarse por hacer valer y hacer respetar esos principios, obtendrán el fundamento sobre el que se levanta y prospera el principio de fraternidad.

Este principio no puede darse sino entre hombres libres e iguales. Es por esta causa que, en las actuales condiciones de vida en la mayoría de los pueblos del mundo, pretender que la gente entienda y acepte lo que es el comportamiento solidario o fraterno puede malentenderse como el acto que no pasa de ser una manifestación de ingenuidad, de inadaptación o desorientación propia de individuos que no han sido formados para el ejercicio de la competitividad, para la dura lucha por la subsistencia, para el éxito, para el liderazgo en un mundo que se desgarra en medio de las ambiciones y de la codicia.

No obstante, este principio se abre paso como uno de los grandes ideales de la humanidad, como una de las metas a las que habrá de llegar la civilización; prueba de ello es que, pasada la Segunda Guerra Mundial, después de ese pavoroso acontecer de destrucción y sufrimiento, reordenadas las relaciones internacionales mediante la creación de las Naciones Unidas, cuando se efectúa la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, el primer artículo de ese documento expresa: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Ahí está presente en ese documento, destinado a marcar derroteros para un mundo futuro mejor, el principio de fraternidad, manifestado como un deber de comportamiento.

Así, el sentimiento individual de la fraternidad o solidaridad al hacerse colectivo se torna en un valor social, con fuerza moral suficiente para unir a todos los individuos integrantes de una nación, y a todas las naciones del mundo, en la gran familia humana, por medio de los lazos del afecto y de la mutua ayuda, liberándolos de los odios, de las envidias, de los egoísmos, de las ambiciones, de las hipocresías, de los engaños, de las mezquindades y de las perversidades.  

 

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