2-4- La igualdad - Por: Héctor Gonzalo Córdoba Espitia

07.12.2012 22:11

1.- La igualdad puede definirse como el modo de vivir de los habitantes de una nación en el cual es plenamente posible que todos ejerzan su libertad, de tal manera que no existan unos con mayor libertad que otros, ni que el abusivo ejercicio de ella, realizado por unos, impida el ejercicio de las de los otros.

La esencia de la igualdad consiste en que, no obstante las diferencias naturales, todos los integrantes de las comunidades sean autónomos. Esa igualdad en la autonomía de los individuos será la causa de una profunda modificación de la estructura de los grupos humanos y de las naciones, que los transformará en sociedades igualitarias haciendo desaparecer las jerarquías.

2.- Así, todos los individuos humanos tendrán, de modo real y efectivo, igual valor como titulares de iguales derechos; no existirán poderes exclusivos de unos pocos que se usen para doblegar las libertades de los otros; en lugar de esos poderes, lo que estará siempre presente en las relaciones de los individuos será el mutuo respeto de los derechos y de las libertades. El poder será público, será el poder de todos, estará integrado por la unión de las libres voluntades de la mayoría de los individuos y será expresado por medio de las leyes. Todos, sin excepción, obedecerán solamente a las leyes y cada uno será responsable por esa obediencia y por las obligaciones que libremente contraiga.

Como complemento de esta noción puede agregarse que la convivencia social en paz sólo es posible como resultado del equilibrio igualitario en el uso de las libertades de todos los asociados. Es por esta causa que se hace necesario el ejercicio responsable de la libertad de cada uno, mediante el respeto de las libertades de todos los demás. De allí resulta que la Igualdad es el fundamento de la convivencia social y que el primordial principio ético de los seres humanos es el deber de respetar igualitariamente las libertades ajenas, así como exigen respeto para su propia libertad.

3.- El establecimiento y la conservación de la igualdad no dependen de los fenómenos de la Naturaleza sino de la manera como se organizan las sociedades. Es necesaria la creación de un ordenamiento y la consiguiente regulación de los comportamientos humanos con la finalidad de hacer posible que todos los individuos tengan igualdad de oportunidades para el ejercicio de su libertad y para alcanzar sus metas particulares, logrando el mejor aprovechamiento de la vida.

La creación de ese ordenamiento será directa consecuencia de la transformación de la organización social con fundamento en los derechos humanos y en la soberanía popular; el estado será el instrumento jurídico que la regulará por medio del derecho, siguiendo los mandatos de la voluntad popular.

4.- En esa dirección se irá encaminando el proceso evolutivo de las naciones, ya comenzado cuando aquellas pudieron vislumbrar la libertad desde el momento en que redactaron las primeras declaraciones de derechos y las constituciones políticas con las que se propusieron sujetar el poder de los gobernantes.

En el primer artículo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano apareció explícito el principio de igualdad. Allí se dijo: "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común". Ciento cincuenta y nueve años después fue ratificado este principio en la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada en la Asamblea General de las Naciones Unidas reunida en París el 10 de diciembre de 1948; el artículo primero de esta declaración expresa: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros".

5.- El principio de igualdad no tiene fundamento biológico como el principio de libertad, sino cultural, dada la circunstancia de que su fuente está en la cultura, de donde surge como forma civilizada de organización social que debe ser desarrollada por la costumbre, afianzada por el derecho y sostenida por el estado.

Se afirma que la igualdad entre los individuos de la especie humana no tiene fundamento biológico porque desde el punto de vista físico y psicológico la desigualdad es la condición más generalizada e infinitamente diversificada; los caracteres individuales nunca han sido iguales, ni puede pretenderse que lleguen a serlo; siempre existirán diferencias entre ellos, como las de la estatura, la conformación física, el color de la piel, los estados de salud, la fortaleza, las habilidades, la capacidad intelectual, la dotación de conocimientos, las costumbres, los recursos patrimoniales, y muchos más.  

Sin embargo, ninguna de esas diferencias justifica que unos tengan más libertad que otros y, aunque de hecho algunas deficiencias o debilidades han contribuido a sostener la desigual libertad, la causa eficiente de su creación y prolongado mantenimiento a lo largo de siglos de evolución de las comunidades ha sido el modo de organización social.

6.- Aunque todos los seres humanos han tenido aptitud biológica para la libertad desde el momento en que la especie alcanzó en su evolución los caracteres definidos de los homínidos, no por ello han sido libres desde entonces; la vida en grupo, tan absolutamente necesaria para la subsistencia y la supervivencia, les ha originado gran cantidad de circunstancias que les impiden vivir plenamente en libertad.

Las circunstancias impedientes no han provenido exactamente de la vida en grupo sino del modo como se organiza la vida en grupo. Desde los comienzos de integración de los grupos humanos y de las naciones han dominado los pocos individuos que han resultado más hábiles y más fuertes, imponiéndose a todos los otros, unas veces mediante el uso de la astucia que saca provecho de la ignorancia, de la credulidad y de la debilidad de los sugestionables y otras veces, o casi siempre, han empleado la violencia que oprime y sujeta a la obediencia por medio del terror.

La consecuencia de ese dominio ha sido la sujeción para pueblos enteros, o para grandes grupos de población, a la condición de existencia carente de libertad, en varios grados, que van desde el más extremo de la esclavitud hasta los de inferior intensidad, en los que el comportamiento individual está severamente regido por las órdenes y la voluntad despótica y absolutista de los gobernantes, o en los que no existe la posibilidad para los individuos de participar en la definición de las reglas destinadas a regular las relaciones sociales o administrar los asuntos de interés general.

7.- Tradicionalmente, desde la remota antigüedad, los grupos humanos han estado divididos y jerarquizados en estratos, castas y clases. La jerarquía social fue levantada sobre el fundamento de privilegios, licencias o autorizaciones que el poder supremo, concentrado en la persona del gobernante, concedió y repartió como premio a la lealtad de sus áulicos.

Esa jerarquía era impuesta y sostenida por medio de la violencia y el terror. A través de ella, el poder individualizado extendió su dominio sobre los grupos humanos y sobre las naciones.

Desde las cúspides de las pirámides sociales, a donde fueron encumbrados los soberanos y los gobernantes por medio de la fuerza, aquel poder ejercía su dominio valiéndose de agentes primeramente escogidos en el exclusivo círculo de los allegados por el parentesco y la amistad. Desde ese punto, el ejercicio del dominio se extendía a círculos inferiores, dependientes de los que los precedían, cada vez menos poderosos y con mayores limitaciones en la libertad en la medida en que se ubicaban en estratos sociales inferiores, hasta agotarse y desaparecer en el estrato de población más numeroso y más bajo, donde los individuos no tenían ningún poder ni libertad y donde se cargaba la totalidad del peso de la opresión.  

Con el correr del tiempo y de la evolución de las naciones, en la mayoría de ellas el poder de la riqueza dominó al poder militar y al religioso y cambió las tradicionales estructuras sociales, creando una nueva forma de jerarquía, más sencilla y más eficiente: la originada en la posesión de la riqueza. De ese modo, la riqueza llegó a ser la medida del poder del individuo y la medida de su libertad. Los desposeídos, los carentes de bienes, no tienen ningún poder, ni valía alguna, y carecen totalmente de libertad. Por el contrario, quienes acumulan la mayor cantidad de riquezas tienen todo el poder y toda la libertad.  

8.- Las condiciones de vida de los seres humanos, a las que se ha llegado en la actualidad en la gran mayoría de los pueblos de la Tierra bajo el poder de la riqueza, están muy distantes de las que tendrían origen en la organización social fundamentada en la libertad, la igualdad, la equidad y la solidaridad.

No obstante, la búsqueda de la libertad y de la igualdad ha sido un tránsito milenario y silencioso de los pueblos, desde la Prehistoria, bajo la oscuridad de la ignorancia y de la resignación, hasta los días en que, por obra de la evolución y del desarrollo de la cultura, esas facultades comenzaron a aparecer como posibles en el occidente de Europa y en América apenas hacia finales del siglo XVIII, en medio del sufrimiento y de la guerra contra la tiranía, quedando plasmada la expresión de su descubrimiento para futura memoria de las venideras generaciones en las declaraciones de independencia de las colonias subyugadas de toda América y en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano que, con intención universal, aprobó la Asamblea Nacional Francesa el 26 de agosto de 1789.

—————

Volver