2-3- El ejercicio de la libertad - Por Héctor Gonzalo Córdoba Espitia

06.12.2012 23:21

1.- Una de las principales finalidades de la sociedad democrática será hacer posible a todos sus integrantes el ejercicio de la libertad y conseguir que por ese medio alcancen mejor condición de existencia en la escala ascendente del progreso de la humanidad.

2.- Si, como ya se ha dicho, la libertad consiste en poder hacer lo que cada uno quiere, conforme a su voluntad, según lo que elija y le indique su inteligencia, es claro que por causa de la convivencia en comunidad ninguno podrá hacer todo lo que quiera, sino sólo aquello que no perjudique la libertad de los otros. Esta limitación es una circunstancia natural fácilmente comprensible que cada uno deberá tener en cuenta al momento de decidirse a realizar cualquier acción.   

Por el hecho de ser la libertad el modo de obrar de los seres humanos para atender a la satisfacción de sus motivos de interés, ha sido muy frecuente que se ocasionen perjuicios a la libertad de unos, como consecuencia del ejercicio de la libertad de otros, cuando alguno se excede en su ejercicio más allá de la equitativa satisfacción de sus motivos de interés, de tal manera que rompe el equilibrio y la igualdad que exige la organización de la sociedad. 

Por tanto, la necesidad de conservar la igualdad en el ejercicio de las libertades de todos, suprimiendo el motivo principal de los desacuerdos, roces, choques y pugnas, es la causa del principio de organización social que ordena limitar el ejercicio de la libertad de cada uno dentro del objeto de la equitativa satisfacción de sus motivos de interés.

3.- No existen libertades absolutas. Nadie puede pretender la imposición de su libertad por encima de las libertades de los otros. El individualismo que enarbola la bandera de la libertad para encubrir los desmanes del egoísmo y la codicia presentándolos como formas de la libertad, no es más que el engañoso ardid que trata de justificar los abusos de unos pocos contra las libertades de muchos otros.

4.- El choque del ejercicio de las libertades se manifiesta en el choque de intereses individuales; cada interés individual está representado en un derecho subjetivo. Por tanto, el Derecho expresado en las leyes, y el Estado, como instrumento regulador de la organización social y ejecutor del ordenamiento jurídico, deben establecer límites a las libertades de todos para que todos puedan ejercer igualitariamente su libertad en paz y armonía.

Pero antes de que se exprese en las leyes y antes de que actúe el Estado, en la conciencia de cada uno de los individuos integrantes de la sociedad debe aparecer bien definido el sentimiento de autonomía personal para obrar con libertad y para ejercerla plenamente, haciéndola respetar a través de la intervención de las autoridades, si fuere necesario, y recíprocamente debe aparecer bien definido el sentimiento de respeto hacia las libertades de los otros como condición esencial de convivencia. Esa convicción íntima de respeto por las libertades de los otros es una actitud ética que deviene en una obligación moral nacida de la necesidad de vivir en sociedad, la cual se aprende y se difunde por medio de la educación para la convivencia. 

5.- La  libertad de los individuos se limita, deteriora o anula como consecuencia de la acción de fuerzas existentes en el grupo social creadoras de circunstancias que les restringen o les eliminan las posibilidades de obrar con autonomía. La permanente presencia de esas fuerzas en todos los grupos sociales y en todas las naciones, desde los tiempos de los primitivos seres humanos hasta la actualidad, ha dado origen al retardo y a las dificultades que han tenido que padecer las comunidades para ser transformadas en sociedades. 

En tales circunstancias, siempre ha surgido una enorme contradicción entre la libertad y la convivencia, consistente en que la verdadera convivencia social exige como condición básica que los individuos integrados en ella vivan libres, pero la vida en comunidad los tiene continuamente expuestos al riesgo de sufrir limitaciones, deterioros, o la pérdida total de su libertad.

Los seres humanos no pueden prescindir de la convivencia social, dado el hecho de que son sociables por naturaleza y dado el hecho de que nacen, viven y mueren en comunidad, resultándoles imposible vivir o progresar por fuera de ella, pero es extremadamente grande la mayoría de individuos integrantes de los grupos humanos o de las naciones que no pueden vivir como seres libres.

Las fuerzas contrarias a la libertad son consecuencia del ejercicio indebido de esta facultad; ese modo de ejercerla se motiva en el rechazo, desacato o desdén de la prohibición natural originada en la circunstancia de vivir en comunidad, según la cual ninguno de los integrantes del grupo humano o nación puede desestimar los intereses individuales de los otros, ni puede desconocer u omitir la consideración de que los otros también están facultados para el ejercicio de sus libertades.   

6.- En el origen del modo indebido de ejercer la libertad se encuentran los sentimientos antisociales de la ambición de acumular bienes en exceso, o de obtenerlos mediante el apoderamiento de los ajenos, o de dominar y ejercer superioridad sobre los otros para hacerlos trabajar con el fin de beneficiarse del producto de sus trabajos, o para hacerles prestar obligatoriamente servicios con los que se obtenga la satisfacción del ocio, del lujo, del placer y de la lujuria.

Desde los tiempos de los más antiguos pobladores de la Tierra comenzaron a manifestarse las contiendas entre grupos humanos y a ocasionarse, como consecuencia de ellas, las acciones de despojo de bienes y la toma de prisioneros que luego eran sometidos a esclavitud. Simultáneamente, al interior de cada grupo humano, los líderes asumieron posición dominante sobre los demás miembros de la colectividad, imponiendo obediencia que les aportaba beneficios patrimoniales y lujosas prerrogativas.

7.- A lo largo de toda la historia de la humanidad aparece el poder de unos pocos eliminando o limitando la libertad de las mayorías, poniéndose de manifiesto que siempre han utilizado la fuerza y el terror como instrumentos de sus perversas acciones. En todos los lugares habitados de la Tierra, y en todos los tiempos, la mayoría de los individuos de la especie humana ha estado sujeta a la opresión de los poderosos, siempre realizada por las vías de la violencia física o la violencia moral.

Por esta causa no ha sido posible la consolidación de verdaderas sociedades. Aunque en el lenguaje corriente se aplica la denominación de sociedad a cualquiera de las naciones formalmente organizadas, con gobiernos más o menos estables, ese calificativo no es más que una ilusión sin contenido real. 

La auténtica sociedad, que en su condición de forma avanzada de la evolución de los grupos humanos y de las naciones recibe la denominación de democrática, no puede existir mientras exista la desigualdad en el ejercicio de la libertad de los individuos que la integran, mientras sólo unos pocos de ellos puedan disfrutar de ese modo de vida, en tanto que muchos otros no puedan hacerlo y mientras la disminución o privación de la libertad de la mayoría sea la forma de organización social con la cual se hacen producir abundantes rendimientos destinados a sostener el desenfreno de la libertad de los opresores.

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