El Boletín 44 que publica la página web de la Registraduría Nacional informa del preconteo de votos de la elección para Congreso de la República efectuada el pasado 9 de marzo. Allí puede verse que del potencial de sufragantes conformado por 32’835.856 ciudadanos aptos para votar e inscritos en el censo electoral, solamente votaron 14’310.367. De estas cifras puede deducirse que el total de la abstención fue el número de 18’525.489 ciudadanos.
Las proporciones porcentuales fueron: 43.58% de votantes y 56.41% de abstencionistas.
Este es un hecho de la realidad social que no puede pasar inadvertido ni puede desconocerse. Es una actitud que refleja lo que esa mayoría de ciudadanos está pensando, o por lo menos sintiendo, respecto de la política, de los políticos y de la elección de representantes. Aunque los motivos pueden ser muy variados, no es difícil encontrar dos o tres razones y uno o dos sentimientos comunes a toda es mayoría de personas, siempre que se use un método imparcial de observación que garantice la certeza en la averiguación de esos motivos.
Lo primero que aparece ante el observador del proceso electoral es la división de la ciudadanía colombiana en dos categorías: los sufragantes y los abstencionistas.
La categoría de sufragantes está integrada por varios estratos jerarquizados: En la jerarquía superior están los que más se benefician y obtienen provecho personal con el triunfo electoral de los políticos por los que votan y a los que les promueven la votación; son muy pocos, porque solamente son los propietarios de los partidos políticos que se agrupan en círculos cerrados y exclusivos de familiares y de negocios.
En el estrato medio de la categoría de sufragantes están los activistas electorales, quienes también se benefician y obtienen provecho personal económico y de influencia política con el triunfo de los candidatos para los que trabajan. Estos activistas conforman el cuerpo de militantes de los partidos; algunos de ellos alcanzan a ser candidatos y culminan su carrera política siendo elegidos en las curules del Congreso.
En el estrato bajo de los sufragantes están las clientelas políticas de los partidos y de los candidatos, integradas por enorme número de ciudadanos que tienen la expectativa de obtener, por conducto de los activistas electorales, a quienes venden el voto, cualquier beneficio o provecho personal con el que los candidatos les retribuyan el apoyo. Muchos de esos clientes simulan durante la campaña que van a votar por convencimiento de las altas calidades de los candidatos y se comportan como entusiasmados admiradores, haciendo el mismo papel publicitario que hacen los fanáticos seguidores de los artistas o de los deportistas.
En la actualidad, en Colombia, ninguno de los ciudadanos que votan por cualquiera de los partidos políticos históricos o tradicionales o de los partidos nuevos, aunque estos últimos se autodenominen democráticos o populares, o de izquierda, queda por fuera de las motivaciones que caracterizan a los ciudadanos sufragantes. Todos tienen un interés utilitario estrictamente personal o egoísta que quieren satisfacer por medio del proceso electoral. Ese interés es completamente ajeno al sentido de la política como modo de procurar el bien común, de asegurar la convivencia social en paz, mediante el respeto de los derechos humanos y la búsqueda del bienestar general.
De modo contrario, gran número de ciudadanos es abstencionista porque no está de acuerdo con los motivos utilitarios y egoístas por los que participan los sufragantes en el proceso electoral y porque entiende que el modo como funciona la representación del pueblo en el Congreso de la República, según lo tiene establecido la Constitución Política y el ordenamiento jurídico vigente es antidemocrático.
La negación de la democracia se consuma el mismo día de la elección de los congresistas, cuando los electores, al depositar los votos para elegirlos, los consagran como los delegatarios del poder político del pueblo y de la soberanía popular. Así, en el momento de la elección el pueblo soberano se convierte en desgraciado súbdito; los congresistas electos quedan atribuidos de la facultad de hacer las leyes según su arbitrario parecer y sus conveniencias, pueden hacerlo sin ningún reproche de los electores porque siendo la gran mayoría de ellos su clientela política carecen de voluntad política y se dan por bien servidos con la retribución que ya han recibido o que esperan recibir por la venta del voto.
La categoría de abstencionistas también está integrada por varios estratos. Uno de ellos es el de los abstencionistas por opinión mencionados en el párrafo precedente. Estos abstencionistas tienen conocimiento bien fundamentado en la realidad jurídica y social de la política en Colombia, saben que el problema de la política, de los políticos y de la elección de representantes está arraigado en el texto de la Constitución Política, saben que es el mismo problema esencial de la democracia que se resume en el modo de asegurar para el pueblo el ejercicio del poder político, evitando que se lo arrebaten con engaños, con promesas o por la compra de los votos, e impidiendo que este poder sea ejercido por la minoría que impone el gobierno de la oligarquía plutocrática.
En ese tipo de gobierno los congresistas, mal llamados representantes del pueblo, legislan teniendo en cuenta únicamente los intereses de los más ricos y los intereses del capital extranjero, siguiendo el principio de hacer más ricos a los ricos, sin tener en cuenta las expectativas, las necesidades, los derechos humanos, ni la voluntad de la mayoría de los habitantes de la nación.
Los abstencionistas por opinión entienden que hasta tanto no se apruebe una nueva Constitución Política en la que la voluntad política de la mayoría de los ciudadanos sea la que realmente gobierne, por medio de las leyes que obligatoriamente deban expedirse cumpliendo el mandato del programa de gobierno que obtenga la mayoría de los votos ciudadanos, no habrá democracia y nada cambiará en la organización política, social y económica de Colombia.
El otro estrato es el de los abstencionistas escépticos de la representación política, de los políticos y de la política. No creen en los políticos ni en los partidos políticos, no confían en la política, los consideran mentirosos, corruptos, perversos y egoístas. Aunque desconocen las razones que pudieran fundamentar sus temores y desconfianzas e ignoran cual podría ser el modo de corregir las causas de esos problemas, un profundo sentimiento de precaución o de autoprotección les lleva a mantenerse distantes de los procesos electorales y de los asuntos relacionados con la política.
La tendencia al aumento de la abstención electoral que viene registrándose y puede incrementarse en las próximas elecciones presidenciales muy probablemente se manifestará entre los abstencionistas por opinión, a donde llegarán muchos de los integrantes de las clientelas políticas decepcionados por el incumplimiento de las promesas y desengañados por las lecciones de la realidad.
No es exagerado decir que ha llegado el momento crítico de la Historia de Colombia en el que la gran mayoría del pueblo realice con la arrolladora y máxima abstención electoral, en la próxima elección presidencial, la gran manifestación pacífica de protesta contra los abusos de la clase política y de la oligarquía plutocrática, que desde el comienzo de la República hasta la actualidad han venido cometiendo contra el pueblo y contra el patrimonio nacional.