El 19 de marzo de 2014 quedó
consumado el acto final de rechazo a la democracia y de negación de toda
posibilidad del gobierno del pueblo en Colombia. Ese acto fue la declaración del
presidente de la República que calificó como inaplicables, en el caso del
Alcalde de Bogotá, las medidas cautelares decretadas por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos.
Indudablemente, ese acto fue
un “error jurídico”, tal como lo denomina el Director de Human Rights Watch,
señor José Miguel Vivanco.
Con ese descomunal absurdo
jurídico se concluye la destrucción del Estado Social de Derecho, después de que
la teatral presentación recorrió varios escenarios institucionales, en los que
anduvo acompañada de la artificial creación y multiplicación de fans, como es
costumbre hacerlo con los espectáculos en el negocio de la publicidad a través
de los medios masivos.
El último de los actores, al
que correspondió la salida triunfal, trató de encajar los regocijos del éxito
en los cálculos electorales. Dentro de los cálculos electorales del presidente de
la República apareció como necesario conseguir las adhesiones de algunos
jerarcas del partido conservador y de la extrema derecha, a quienes les
resultaba intolerable la permanencia de Gustavo Petro en la Alcaldía de Bogotá,
no obstante que este joven político de izquierda se ha distinguido por su
vehemente oposición a las prácticas de corrupción política y administrativa y a
la alianza de políticos con narcotraficantes y paramilitares, como quedó
demostrado con los debates y las denuncias que realizó en muchas sesiones del
Senado de la República.
Pero los cálculos fallaron por
haberlos hecho solamente dentro del campo, o del universo, de los votos
amarrados de las maquinarias electorales de los partidos políticos; donde no
puede haber espacio para los votos de opinión, que están en otro universo muy
diferente, el universo de la abstención electoral y del voto en blanco.
Los calculistas no entendieron
que la reelección del presidente va hacia el fracaso por la pérdida de votos de
quienes tienen sentimientos de indignación originados en el rechazo a la
persecución y a los ataques desatados contra los demócratas y contra la
democracia, así como esos sentimientos de indignación, originados en la proliferación
de la corrupción política y administrativa y en los engaños y las mentiras que
acostumbran los electoreros para captar votos, se manifestaron en la pasada elección
de congresistas, por medio de la abstención y del voto en blanco.
En tal suerte, el presidente
al incurrir en el error jurídico dejó ver claramente la oculta posición
ideológica que lo mueve políticamente, que no es la de la democracia y la de
los derechos humanos, sino la de la oligarquía a la que pertenece y la de la
ley del más fuerte. El error jurídico lo ejecutó en la creencia de realizar un
acierto político, con tan mala suerte que incurrió también en un error
político.
¿Cómo pudo estar tan
convencido de que los dueños de los votos amarrados de la clientela política
podían conquistar los votos de opinión, motivando a los indignados del voto en
blanco y de la abstención electoral? Indudablemente porque todavía cree en los
milagros que puede realizar la propaganda intensa de los medios masivos de
publicidad.
Pero la información de los
ciudadanos ha cambiado en estos tiempos, ya no existe una sola opinión política
impuesta por los dogmas creados por los dirigentes; hay modos más libres de
formar muchas opiniones. El mismo día en que se da el golpe contra la
democracia y se destituye al Alcalde Petro, inhabilitándolo para el ejercicio
de cargos públicos durante quince años, sale el pueblo a la Plaza de Bolívar de
Bogotá y se reúne multitudinariamente a expresar sus sentimientos de
indignación y a unir sus mentes y sus voluntades en un solo propósito, que a
partir de ese momento comenzará a recorrer todas las plazas de las ciudades y
todos los lugares de los campos de Colombia, con el fin de cambiar
definitivamente la política, para instaurar la democracia.
Desde ese día el pueblo no
votará para elegir a ningún político en los puestos del Estado; solamente
promoverá la integración de la Asamblea Constituyente para crear la nueva
Constitución Política que sea verdaderamente democrática, y se organizará en
asambleas de barrio, de vereda, de comunas, de corregimientos, de localidades,
de municipios, de distritos, de departamentos y en asamblea nacional, para
debatir y aprobar el proyecto de nueva Constitución que presentará ante la
Asamblea Constituyente, por medio de los representantes que elija.