8- Las opiniones políticas

22.01.2019 16:43

               Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la palabra opinión significa el juicio o valoración que una persona se forma respecto de algo o de alguien. Así pues, existe infinita variedad de opiniones; tantas como asuntos que puedan ser objeto de valoración y de análisis; pero aquí solamente nos ocuparemos de las opiniones políticas, que son las referentes a los asuntos de gobierno de las naciones.

               Estas opiniones pueden clasificarse en dos grandes grupos: las individuales y las públicas. Las individuales son las que elabora una sola persona, en tanto que las públicas son las que pertenecen a una pluralidad de personas y por el hecho de ser coincidentes y conocidas por todas ellas adquieren la característica de públicas. Hecha esta aclaración, en adelante se prescindirá de calificar con el adjetivo “política” a cualquiera de las dos clases de opinión que es objeto de este tema porque se sobrentiende que ambas son variedades del mismo género político.

               Las opiniones individuales son los conceptos que cada uno de los ciudadanos tienen respecto del modo de dirigir y resolver los asuntos relacionados con el bienestar general de toda la comunidad o nación y con la satisfacción de las necesidades individuales que todos deben lograr.

               Cada ciudadano, de cualquier modo, llega a tener un juicio respecto de las dificultades o de los obstáculos que se oponen a la plena satisfacción de sus necesidades y a la obtención de su bienestar y el de su familia. Asimismo, cada ciudadano analiza y comprende las dificultades que para lograr el mismo objetivo rodean y obstaculizan a los demás miembros de la comunidad dentro de la cual vive y a los habitantes de toda la nación; de este modo llega a deducir una posible manera de resolver tales problemas y concebir algunas ideas generales acerca de lo que sería más útil y conveniente ordenar desde el gobierno para la solución de esos problemas y conseguir resultados favorables para el bien común.

               Las opiniones individuales serán expresadas en la sociedad democrática dentro del normal desenvolvimiento de las relaciones sociales y serán comunicadas de modo continuo todas las veces que exista oportunidad de hacerlo; así se originará una permanente intercomunicación de conceptos que dará como principales consecuencias: la confrontación de criterios, el enriquecimiento y perfeccionamiento de las opiniones y el hallazgo de coincidencias y convergencias que llevarán a compartir entre muchos las mismas e iguales opiniones individuales.

               Cuando muchas de esas opiniones sean similares se convertirán en opiniones comunes y será entonces cuando comenzarán a aparecer las opiniones públicas. De esta manera, las opiniones individuales se transformarán en comunes por medio de la comunicación, aunque por ese sólo hecho no llegarán a ser públicas.

               Como todos los individuos no pensarán del mismo modo, siempre habrá muchas formas diferentes de ver los asuntos de interés general y muchas formas diferentes de interpretarlos y de plantear soluciones a los problemas que presentan. De allí resultará que la coincidencia de opiniones individuales podrá ser muy variada y que siempre existirán muchas opiniones comunes en las cuales estarán recogidas las opiniones individuales similares.  

               Esa variada coincidencia de opiniones individuales será un fenómeno social de gran importancia que podrá originar las opiniones públicas y será la causa de que éstas sean consideradas como el modo de perfeccionamiento y ampliación de las opiniones individuales.

               Las opiniones comunes alcanzarán la característica de públicas cuando sean dadas a la publicidad. Será mediante ese acto social de publicidad como se suscitará la expresión de adhesión y el reclamo hacia la pertenencia. 

               Una opinión común, aunque se desarrolle continuamente y llegue a cubrir amplios sectores de población, podrá permanecer en estado latente durante mucho tiempo, sin llegar a ser pública, por no ser expuesta al público en algún medio de difusión. No podrá salir de ese estado oculto hasta que sea manifestada para conocimiento público de algún modo que sea idóneo para difundir su contenido y que a la vez sirva de referente para identificarla.

               Los medios más utilizados para difundir las opiniones comunes serán los escritos que circulen entre los ciudadanos a través de publicaciones periódicas, tales como diarios, revistas e internet, o los discursos, las conferencias o las entrevistas que se difundirán en forma presencial ante auditorios o por medio de las radiodifusoras, los canales de televisión, el cine y los videos. 

               La salida de una opinión común a la publicidad será por sí misma un hecho político que podrá tener mayor o menor importancia según sea la eficacia difusora del medio utilizado para darla a conocer. Ese acto de difusión tendrá el carácter de hecho político en razón de que la opinión pública será un concepto relacionado con los asuntos de interés general, en el cual se plantearán orientaciones de acción de gobierno y de administración pública, que los ciudadanos desearán ver realizados. Así, el conocimiento público de la opinión abrirá el espacio y la posibilidad para que los ciudadanos participantes de la coincidencia en ese concepto le ofrezcan su apoyo y ella obtenga el respaldo electoral que requerirá para convertirse en opción de gobierno.

               Con mucha frecuencia se menciona a “la opinión pública” con un sentido de singularidad y de unidad, como si solamente existiera una opinión pública y no pudieran existir simultáneamente varias o muchas opiniones de esa clase. Ese modo de considerar las opiniones públicas es irracional y despótico; de modo contrario, en la sociedad democrática no existirá una sola opinión de este tipo y lo más normal será encontrar pluralidad de ellas.

               La causa de la existencia plural de opiniones públicas se encuentra en la libertad; en ninguna nación que sea verdaderamente libre se puede pretender que todos los individuos piensen del mismo modo y coincidan en una sola opinión; cuando se diga que en una nación sólo existe una opinión pública, lo que implícitamente se está expresando es que allí se ha impuesto la unanimidad, es decir, que allí se ha obligado a todos a pensar del mismo modo y eso solamente ocurre cuando se ha suprimido o se ha deteriorado enormemente la libertad de expresión de las opiniones individuales y se las ha logrado suplantar por una sola, que es la que se presenta como la opinión de todos. Así, pues, nunca existirá una sola opinión pública; por el contrario, existirán muchas opiniones públicas.  

               Para que puedan existir y brotar con espontaneidad las opiniones públicas es necesaria la existencia de un marco institucional y jurídico en el cual se garantice su formación dentro de plenas condiciones de libertad. Las leyes deberán proteger la espontaneidad de las opiniones públicas desde las fuentes en las que se originan, que son las opiniones individuales; deberán impedir que haya imposición direccional como causa de estas opiniones, de este modo impedirán que las opiniones públicas sean el resultado de la imposición de ideas y pensamientos que haga un reducido grupo de dirigentes sobre una gran masa de ciudadanos.  

               En el sistema de gobierno democrático las opiniones públicas deberán ser el modo de expresión de las coincidencias de las opiniones individuales; asimismo, deberán obrar como recipientes en los que esas opiniones queden recogidas después de haberse sometido a debate en el que se amplíen y perfeccionen.

               El marco jurídico e institucional deberá garantizar a la opinión pública mayoritaria el acceso al gobierno y a la plena capacidad de desarrollar su acción de gobierno en completa conformidad con su criterio original, tal como haya sido expresado, sin ninguna tergiversación o desvío que la frustre o la convierta en inoperante. 

               Las otras dos condiciones necesarias de la existencia de las opiniones públicas serán la libertad de expresión y el buen nivel de cultura política de la población. 

               Es imposible que surjan espontáneamente las opiniones políticas individuales en los ciudadanos cuando ellos no tienen posibilidades de acceder a la cultura política, ni pueden tener a su disposición una buena cantidad de conceptos que les permitan comprender la estructura de la organización social, el funcionamiento de la misma, las posibilidades de la democracia y saber cuál es la verdadera fuente del poder político. Bajo esas circunstancias, la población está expuesta a la influencia de los medios masivos de comunicación que, de manera directa o subliminal, pueden dirigir las opiniones individuales, en acción continua y pertinaz, con el fin de inducirlas a quedar bajo el dominio de las pocas opiniones públicas que sean coincidentes con las conveniencias o los intereses particulares de quienes tienen el poder económico del cual dependen esos medios masivos de comunicación.          

               De modo contrario, en la sociedad democrática podrá acontecer que así como algunas opiniones públicas sean el punto de coincidencia de un gran número de opiniones individuales, también existan otras opiniones públicas que apenas sean compartidas por muy pocos individuos; consecuentemente, aparecerá una escala o gradación en los varios tipos de opiniones, la cual ascenderá de menor a mayor número de participación de los ciudadanos.

               En la realidad fáctica, la existencia de una opinión pública mayoritaria no significará que ella sea la opinión de todos los ciudadanos y que deba tomarse como única opinión general; pero de conformidad con el principio político de la democracia, constitucionalmente acordado, esa opinión mayoritaria legalmente escrutada obtendrá la calidad jurídica de expresión de la voluntad política del Pueblo, que constituye el mandato con el cual este ejercerá la soberanía.

               La opinión mayoritaria no absorberá a las otras que sean minoritarias. Las minoritarias continuarán existiendo pero será posible que, con el paso del tiempo y el desarrollo de los acontecimientos, muchos de sus sostenedores vayan encontrando razones y hechos que les motiven al cambio y voluntariamente las abandonen, sin que ellas jamás desaparezcan en su totalidad, o que, por el contrario, se vayan fortaleciendo y lleguen a ser mayoritarias, en la medida en que los hechos vayan demostrando que son acertadas.

               La movilidad de las opiniones públicas ocurrirá cuando grandes sectores de población dejen de apoyar a una o unas opiniones para dar su apoyo a otra u otras; este fenómeno será una de las consecuencias de la plena libertad de los ciudadanos en la formación de sus opiniones individuales y será, también, la comprobación de la existencia de esa plena libertad. Tendrá su origen en la liberación de los ciudadanos de la sujeción a la influencia de la publicidad que, arteramente manejada, los lleva a la desinformación, e igualmente nacerá de la liberación de los ciudadanos respecto de la seducción o los halagos clientelistas de las maquinarias electorales. 

               El fenómeno de movilidad de las opiniones políticas ocurrirá bajo la motivación que produzcan los resultados de la acción de los gobiernos, o se dará por la presencia de acontecimientos que originen nuevas necesidades o que demuestren la certeza de los planteamientos de algunas de las opiniones públicas.

               Este fenómeno democrático demostrará la elevación de la cultura política de una nación y la madurez política de los ciudadanos; su origen se encontrará en la interpretación de los programas de gobierno de los partidos políticos, en la evaluación de la eficacia y del realismo de las propuestas de esos programas, así como en la apreciación de la honradez y de la ética política de la representación que tenga el encargo de difundirlos. De este modo, los ciudadanos apoyarán o rechazarán las propuestas partidistas por motivos inteligentes, utilizando el raciocinio, sin dejarse llevar por motivos sentimentales, afectivos o pasionales, tales como el miedo, los temores, los odios, los rencores, la sumisión a los caudillos, la idolatría a los dirigentes políticos o la desmedida confianza en sus promesas.

               Las dos alternativas en las que se moverán las opiniones públicas dentro de la democracia serán gobierno u oposición. Unas veces serán gobierno y otras veces deberán permanecer en la oposición hasta el momento en que alcancen apoyo suficiente de los ciudadanos para convertirse en mayoría. En tal suerte, las opiniones públicas minoritarias de una fecha podrán llegar a ser las grandes mayorías de otra fecha en el futuro. 

               En Colombia, como en muchos otros países, no han existido ni existen verdaderas opiniones públicas porque las que se conocen como tales no tienen origen en abundantes coincidencias de opiniones individuales; apenas son la expresión de las coincidencias nacidas en los reducidos grupos de dirigentes sociales y económicos que asumen la función de imponer los objetivos y finalidades de gobierno para toda la nación.  

               Esas opiniones que se pretende hacer pasar como públicas son el pensamiento de muy pocos ciudadanos, elaborado dentro del marco de las condiciones de existencia en que ellos se encuentran y desde el punto de vista de sus conveniencias, el cual es presentado como interpretación del bien común o del interés general y es difundido a través de los partidos políticos, que no funcionan como órganos de recepción de las opiniones individuales desde la fuente ni como canales de conducción desde esa fuente hacia los centros superiores de dirección, sino, todo lo contrario, funcionan como maquinarias de imposición y difusión de la opinión del muy pequeño y exclusivo grupo de dirigentes.

 

 

 

 

 

 

 

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