8 - Influencia del conocimiento en la evolución de la humanidad

17.01.2019 11:44

                La especie humana aparece sobre la superficie del planeta terrestre desde el momento en que la evolución de sus antepasados culmina en el completo desarrollo del cerebro; a partir de allí queda en capacidad de entender a la Naturaleza y de optimizar las condiciones de su existencia mediante el desarrollo y aprovechamiento del conocimiento.

                Se da el nombre de conocimiento al conjunto de ideas en las que se refleja la realidad del mundo que es captada por las mentes humanas; esas ideas se originan en las percepciones que obtienen los seres humanos por medio de los sentidos, acerca de todo lo que les rodea, vale decir, acerca de la Naturaleza en la cual viven y acerca de ellos mismos. Las principales cualidades del conocimiento son: la permanencia en los cerebros donde arraiga, el continuo aumento y perfeccionamiento y la facilidad de ser transmitido de un cerebro a otro y de una generación de individuos a otra, por medio del lenguaje, de imágenes o de símbolos.  

                Por medio del conocimiento se realiza el proceso de transformación biológica en el cual la materia con la que se conforman los cerebros humanos desarrolla la energía necesaria para alcanzar a comprender a la materia con la que se conforma el mundo que los rodea y a los organismos o seres vivientes en los que esos cerebros están integrados y de los cuales hacen parte. En la medida en que aumente el conocimiento los seres humanos alcanzarán mayor entendimiento del modo como se relacionan y desenvuelven los elementos y la energía de la Naturaleza; de ese modo podrán aproximar más a esa realidad el modo de vida de la especie consiguiendo la optimización de sus condiciones de existencia y el perfeccionamiento de la organización de las sociedades humanas.

                Asimismo, la extensión del conocimiento realiza en los seres humanos el proceso evolutivo mediante el cual estos pasan del estado de animalidad al de racionalidad; no solamente cambia el modo de vivir de los individuos, también cambia el modo de vivir de las naciones en las que viven. Por tanto, el conocimiento es un ente racional colectivo que origina la cultura y el adelanto de la civilización y que transforma los grupos humanos y las naciones por el hecho de añadir al elemento físico o biológico humano el elemento energético de la mentalidad compuesta por el conjunto racional de las ideas, los conceptos y los pensamientos que existen en cada uno de los seres humanos.

                En el estado de animalidad, del cual va saliendo la humanidad por este tiempo, el comportamiento de los individuos está estimulado por los instintos, dirigido por las sensaciones, inhibido por los temores y los miedos e impulsado por las pasiones, las iras y los odios; por no existir pensamientos ni razonamientos, las primitivas nociones del mundo eran fantasías de la imaginación; la falta de conocimientos hundía la relación con la Naturaleza en el insondable espacio de la magia, de la superstición, de los oráculos y en los misterios de los dioses.

                La facultad de conocer se desarrolla y perfecciona en la especie humana durante el transcurso de los milenios de su existencia; su evolución necesariamente comienza por la percepción sensorial que va quedando registrada en los cerebros de los individuos y se va convirtiendo en ideas cada vez que es evocada. Cuando aparece el lenguaje pueden transmitirse las ideas de unos individuos a otros y en la medida en que se avanza en la asociación de las ideas aparece el pensamiento y con él surge el poderoso instrumento que lleva a los individuos de esta especie a obtener y comunicar conocimientos del mundo que les rodea y conocimientos acerca de ellos mismos.  

                Desde la remota Antigüedad llegó hasta la Edad Media la creencia de que las ideas de los seres humanos eran innatas; contrariamente a esa creencia, y a la de que el conocimiento brota repentinamente en los cerebros, se ha podido observar que la facultad de conseguirlo es la consecuencia de un largo y lento proceso evolutivo de la humanidad, muy difícil de recorrer, de tal suerte que sólo hasta en la actualidad puede considerarse definitivamente comenzado el camino y aunque se haya avanzado un buen trecho de la etapa inicial, alcanzando sorprendentes y maravillosas conquistas, cada vez se descubre que hay mucho más por conocer.

                La humanidad ha tenido que hacer un recorrido de muchos milenios entre las tinieblas de la ignorancia, guiada apenas por los instintos, las inclinaciones, los estímulos y los deseos que en ella suscitan los órganos de los sentidos y contenida o reprimida por las repugnancias, los temores y los miedos causados por los peligros, los dolores, las enfermedades, las fuerzas incontrolables de la Naturaleza y la muerte. Antes de llegar al conocimiento, el pensamiento humano tuvo que recorrer por mucho tiempo entre caminos alejados de la acertada interpretación de las causas de los fenómenos naturales y de la estructura misma de la Naturaleza. Primero fue la magia, con ella pretendió acomodarse para superar las dificultades del medio ambiente y prevenir y evitar las adversidades. Después fueron las religiones, con ellas fueron creados órdenes de comportamiento en los cuales los individuos deben obedecer y obrar conforme a reglas expresadas por los sacerdotes, en tanto que, como compensación a la obediencia de las reglas, los individuos confían en obtener protección contra los peligros y consiguen el sentimiento de seguridad durante su vida terrenal, así como la esperanza de premio en la vida eterna, después de la muerte, pero también sufren del temor al castigo en esa vida.

                Tanto en la magia como en la religión existen formas de pensamiento que atribuyen al Universo y, por tanto a la Naturaleza, una estructura dirigida por fuerzas superiores que, en el caso de la magia, el hombre logra controlar, y en el caso de la religión no lo puede hacer, porque esa fuerza es la creadora de todo lo existente y es todopoderosa, de tal suerte que apenas logra hacerla benévola y favorable por medio del comportamiento, de la veneración ritual y de la obediencia.

                Desde muy remotos tiempos, en los primitivos grupos humanos y en las más antiguas naciones se produjo la alianza entre las religiones y los gobernantes; en la mayoría de los casos se fusionaron, de modo que el rey era también el sumo sacerdote, y no pocas veces se convertía en dios, consiguiendo que fuera obedecido y adorado en tal carácter.

                La sujeción de los seres humanos al poder de los gobernantes y de los sacerdotes contuvo la curiosidad de las mentes y reprimió el atrevimiento de utilizar y desarrollar el pensamiento. La religión imponía una sola manera de pensar, una sola explicación del mundo, que era la única verdad, de la cual nadie podía apartarse sin incurrir en grave falta punible y, así, la mayoría de las veces el culpable era castigado con la pena de muerte, después de ser sometido a horribles torturas.

                Sin embargo, ese escenario de sometimiento no se desenvuelve de modo generalizado en todas las épocas ni en todos los lugares de la Tierra. En varios pueblos de la Antigüedad, aunque habitualmente en ellos se desenvolvieran los cultos religiosos, también había algunos espacios para el desarrollo del pensamiento de filósofos, matemáticos, astrónomos e iniciadores de las ciencias, los cuales alcanzaron a sentar algunas de las bases del conocimiento y dejaron empezados algunos caminos por donde las futuras generaciones pudieran transitar en la búsqueda de la sabiduría. 

                Infortunadamente, muchas obras de esos grandes pensadores fueron destruidas en el incendio de la biblioteca de Alejandría en el año 47 antes de Cristo, cuando las tropas de Julio Cesar atacaron la ciudad, y finalmente en el año 391 después de Jesucristo, cuando el emperador Teodosio ordenó saquear esa biblioteca. Muchas otras obras también se perdieron cuando ese emperador ordenó clausurar las bibliotecas en Roma y cuando los vándalos saquearon esa ciudad. De este modo, por la intolerancia y la soberbia de los poderosos se consiguió sumergir en mental oscuridad durante muchos siglos a gran parte de la humanidad.

                Como es apenas natural, aquellos intentos para detener la evolución de la cultura de las naciones no podían dar resultados concluyentes y con el correr de los tiempos se llegó al renacer de las artes y las ciencias. En esos avances se han apoyado mutuamente las industrias y la técnica, favoreciendo la investigación científica y enriqueciendo los conocimientos.

                En la segunda mitad el Siglo XX, después de los sufrimientos y la muerte de millones de seres humanos en las pavorosas hecatombes de las dos guerras mundiales, se registró un poderoso desarrollo de los conocimientos y de las comunicaciones. Ese desarrollo ha cambiado la vida de la gran mayoría de los pueblos, produciendo una profunda transformación en las conciencias de los individuos.

                Por medio del conocimiento han aprendido los seres humanos que es posible utilizar los recursos naturales con la finalidad de satisfacer todas las necesidades de subsistencia y mejorar progresivamente las condiciones de vida, obteniendo cada vez más comodidades, menos desgaste de energías en el trabajo, más descanso, más placeres, más salud, mayor prevención y protección respecto de accidentes y desastres naturales y más conocimiento.

                Este aprendizaje les ha enseñado que pueden disminuir en gran proporción la dependencia respecto de los rigores de la Naturaleza y que pueden liberarse en gran parte de las incertidumbres y de la sensación de inseguridad causada por el temor al futuro desconocido.

                Así, los individuos de la especie humana han encontrado el modo de confiar más en su acertado razonamiento, en la suficiente y veraz información, en la previsión, en la evaluación de los riesgos, en la atenta observación de los hechos y en el trabajo diligente y cuidadoso. Han logrado entender que por medio de sus inteligencias y la correcta aplicación de sus voluntades pueden llegar a las metas que se propongan y que son los constructores de sus propios destinos. Desde esta posición pueden obtener plena conciencia de su libertad.

                Además, el conocimiento de la naturaleza individual y social de los seres humanos aporta valiosas enseñanzas acerca del modo de organizar la vida en comunidad, con las cuales se haga viable en cada nación el acuerdo de voluntades que origine la conformación de la sociedad democrática.

                En la actualidad la humanidad apenas llega a las puertas del estado de racionalidad en el que podrá dejar atrás los modos de existencia que la sujetaban a las ancestrales condiciones de animalidad y podrá alcanzar un nivel superior de relación con la Naturaleza, en el cual el conocimiento le permitirá entender al mundo en que vive y conocerse a sí misma. Pero todavía no está bien aprovechado el incipiente conocimiento de lo humano y del Universo; lentamente la difusión de los conocimientos irá acercando las voluntades de la gran mayoría de los habitantes de las naciones hacia la aceptación de la Ciencia y de la Tecnología como los indispensables instrumentos de organización de las sociedades.   

                No es difícil comprender que en el estado de racionalidad se establecerán en las mentes de los individuos que integran las naciones los modos de relación creadores de lazos de unión que moverán los comportamientos hacia la mutua ayuda y hacia la cooperación. En ese nuevo estado no será necesaria la lucha individual de los seres humanos para sobrevivir ante las dificultades que encuentren en la Naturaleza; se suprimirá el uso de la fuerza y de la violencia que desde la más remota Antigüedad se viene realizando para poseer los recursos naturales y para tener dominio sobre los bienes con los que se satisfacen las necesidades básicas humanas y las derivadas de las básicas. 

                El conocimiento irá creando en la mentalidad de la gran mayoría de los habitantes de las naciones el entendimiento de que lo esencial de la convivencia en sociedad es conseguir que todos tengan las mejores condiciones de existencia e impedir que algunos, mediante el mal uso de la libertad, deterioren las condiciones de existencia de los otros o les imposibiliten obtener esas mejores condiciones de existencia.  

                El prodigioso avance en el desarrollo de las comunicaciones ha favorecido la difusión de los conocimientos, de tal manera que estos ya no están reservados al dominio exclusivo de unos pocos privilegiados. En la medida en que las naciones aumenten el número de habitantes que tengan acceso al conocimiento y a mayores niveles del mismo, en esa misma medida se extenderán las ideas fundamentales que condicionarán el ascenso a la categoría de sociedades democráticas.

                En los fundamentos del conocimiento de la naturaleza social de los seres humanos están las ideas relacionadas con la libertad y la igualdad entre estos seres, así como las de la equidad, la solidaridad y la soberanía del Pueblo. Esos conceptos serán los pilares conceptuales sobre los que se levantará la construcción de las sociedades democráticas. Ellos tomarán forma material en el Derecho, el cual será la materia prima con la que se podrá construir este tipo de sociedad.

                Para alcanzar las finalidades que serán el objeto de la sociedad democrática será necesario crear un orden que se fundamente en la mutua ayuda, el cual se constituirá con reglas de comportamiento que deben ser obedecidas y cumplidas. El ente social que creará el orden y dirigirá el cumplimiento de las reglas de comportamiento será la máxima autoridad, también denominada soberano, en la cual radicará el poder de crearlo y dirigir su cumplimiento.

                En la sociedad democrática el soberano será el Pueblo; por esta razón, en ella gobernará el Pueblo ejerciendo el poder político que se originará en la voluntad de la mayoría de los ciudadanos. Lo que diferenciará al ente soberano democrático del soberano tradicional autócrata o del círculo exclusivo de oligarcas será el origen del poder; en los dos últimos tipos de soberano mencionados el poder no tiene origen en la voluntad mayoritaria de los ciudadanos.        

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