2 - Los grupos humanos y las naciones

17.01.2019 10:42

                Desde el comienzo de la humanidad los seres humanos nacen, viven y mueren en grupos.  Es de la naturaleza del ser humano que solamente pueda vivir en grupos y que, por esa causa, cada individuo y el grupo al que pertenece, conformen un todo en el que el individuo es una parte y el grupo es el todo.

                En el transcurso del tiempo, durante muchos milenios, los grupos humanos se han integrado y desarrollado en conjuntos cada vez más complejos. En la actualidad esos conjuntos han llegado a ser enormes naciones pobladas por muchos millones de habitantes.

                Así como se ha dado el progreso de la evolución biológica de la especie humana también ha progresado la conformación de los grupos humanos. Los primeros grupos humanos que existieron en la Tierra fueron las familias, también denominadas “gens”, las cuales se originaron en la procedencia de una madre común; la subdivisión de las gens, causada por el aumento de la población, daba origen a las “fratrías” o “clanes”, en las cuales se agrupaban varias gens que tenían vínculos de parentesco; posteriormente, la asociación de varias fratrías conformaba una “tribu”; la confederación de tribus en un territorio de amplias proporciones constituía un pueblo o nación con características bien determinadas.

                Ha sido muy frecuente la tendencia a dar el nombre de sociedades a los grupos humanos y a dar igual significado a los conceptos nación y sociedad, especialmente cuando se hace referencia a los habitantes de un país y a los elementos naturales que condicionan el desenvolvimiento de sus vidas, pero estos conceptos no son iguales. 

                Con mucha probabilidad, esa tendencia proviene de que en realidad tienen elementos comunes, tales como la población humana, el territorio donde reside la población, los recursos naturales existentes en ese territorio, los orígenes étnicos de la población, la comunidad de idioma, de creencias, de religiones, de costumbres, la memoria colectiva de la evolución de la población desde primitivos ascendientes y el acervo que se conserve de las producciones materiales y culturales realizadas mediante el continuo trabajo de las generaciones a lo largo de los siglos, en el devenir de su historia.

                El gobierno también es un elemento común de los dos conceptos. Este elemento es muy antiguo, pudo existir desde los tiempos en los que los guías de los primitivos grupos humanos comenzaron a imponer su poder sobre el grupo y a extenderlo sobre otros grupos, usando la fuerza y la violencia para sujetarlos a la obediencia bajo su voluntad. A partir de allí surgieron los jefes de grupos humanos y más tarde los reyes, las soberanías, las monarquías absolutas, los imperios y los estados nacionales. Todos esos modos de gobierno han sido formas de regulación de las relaciones entre los habitantes de los países, creadas con el exclusivo fin de satisfacer la conveniencia y el beneficio de los soberanos y de sus familias. 

                En tal suerte, el Estado, que es la forma compleja del gobierno, no ha sido más que un instrumento de manejo y dirección de las relaciones humanas con la finalidad de que ellas se desenvuelvan conforme a la conveniencia del gobernante, cuando este es monarca absoluto, o conforme a la conveniencia del reducido grupo de gobernantes, cuando estos son una poderosa oligarquía; pero no es el instrumento eficaz de organización de la convivencia de los habitantes, mediante el cual ellos puedan alcanzar las necesarias condiciones de existencia que les aseguren el bienestar y el progreso. 

                En esta circunstancia radica la principal causa de la desorganización de las naciones; de aquí proviene la desigualdad de las condiciones de existencia entre la minoría de habitantes que detenta el poder y que posee la mayor parte de la riqueza, frente a la gran mayoría que padece de extremada pobreza manifestada en la incapacidad para atender y satisfacer sus necesidades básicas y culturales, así como en la imposibilidad para el ejercicio de derechos humanos y para progresar alcanzando niveles satisfactorios de bienestar. 

                La coexistencia en esas condiciones de desorganización impone a todos los habitantes intensificar los esfuerzos en la lucha por la subsistencia; el temor al fracaso les despierta el egoísmo y la ambición, transformándolos en despiadados y crueles, de tal manera que por tener en consideración únicamente lo que a cada uno conviene, se causa el rompimiento de los lazos de cohesión social, desaparece el sentido de solidaridad y de mutua ayuda, con la secuela de que por todas partes se desata el ánimo de pugnacidad, de ejercicio de la violencia, de imposición de la voluntad del más fuerte y del desconocimiento del derecho de los otros.

                A su vez, el ánimo de pugnacidad suprime el sentido de la equidad en las relaciones de convivencia; tanto que el desconocimiento del derecho ajeno relega los derechos humanos a la letra muerta de los textos legales que no se cumplen.

                El aumento de la desigualdad entre el modo de vivir característico de la minoría propietaria del mayor poder económico y el modo de vivir de la gran mayoría de la población que lucha por subsistir, separa y pone muy distantes a los que tienen el poder político, la riqueza y el bienestar, de los que nada tienen, ni siquiera la esperanza de salir de esa deplorable situación. Así, por inevitable consecuencia, los individuos que padecen con las desfavorables condiciones de desigualdad tienen tan reducidas y limitadas sus posibilidades de acción y de ejercicio de su voluntad, que en realidad no pueden ser considerados como seres libres.

 

—————

Volver